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Centro de Estudos Constitucionais e de Gestão Pública

POLÍTICA Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA EN EL INICIO DEL NUEVO MILENIO, por Sergio Tamer

       

POLÍTICA Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA EN EL INICIO DEL NUEVO MILENIO

 

Por Sergio Victor Tamer*,

Salamanca, 2005

 

 1.      Introducción

  

La relación entre política y sociedad en América Latina es compleja y no raras veces sorprende hasta los expertos más dedicados a lo asunto. La heterogeneidad de los países que componen la región siempre fue una nota destacada pero desde la reforma neoliberal por que pasaran prácticamente todos, en los últimos vente anos, a la excepción de Cuba, observase lo que ALCÁNTARA SÁEZ, bajo el punto de vista de la política, denomina de una “insólita homogeneidad”.  De hecho. En el carácter y número de los partidos políticos existentes y sobretodo en la aceptación, casi sen restricciones del libre mercado, la democracia pasó a ganar un relevo todo especial. Mas, ¿que tipo de democracia es practicada por los países sudamericanos? ¿Cuál la extensión de esas democracias? Y ¿Qué criterios empíricos son importantes para conocerse  una democracia de elevado grado? ALCÁNTARA SÁEZ plantea como reto enfrentarse esa cuestión huyendo de estereotipos regionales de carácter generalizante para ubicar los estudios desde una perspectiva comparada. Hay, todavía, dos premisas básicas en ese sentido: (1) la política de la región asentase en una base del incuestionable avance de la democracia; y (2) la marginalización, la pobreza, da desigualdad, la violencia y la escasa atención al multiculturalismo existente son situaciones comunes a todos los países. El autor propone, aun, como tarea de todos los países, mediante un esfuerzo articular, una interconexión entre las esferas política y sociedad para suplantar el estigma de la “ciudadanía incompleta.”

Sen duda, hay un intento en el texto de hacer una aproximación a la política  y entre las notas diferenciadores por lo menos cinco son abordadas: la extensión de la democracia, el cambiante papel de las instituciones, la debilidad del capital político, las dificultades de la representación política y el nuevo regionalismo integracionista. Así, las análisis que ora planteamos tienen el propósito de hacer el mismo camino temático planteado por lo autor pero a la luz de las líneas teóricas estudiadas a lo largo del curso, conforme planteado.

 

2.      La democracia en América Latina

 

Es verdad que la democracia está presente en la región pero en términos de calidad  y de niveles de desarrollo hay una grande diferencia entre los países. Con efecto, las crisis económico-sociales y el cariz personalista de un gobernante, sobretodo por liderazgos clientelares regionales, pueden estar en la base de esas diferencias así como la incorporación de nuevas instituciones. A par de eso las diferencias relativas a las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo son aún significativas.

Acrece a lo todo un proceso de descapitalización en el grado de confianza en las diferentes instituciones y actores políticos en función, supuestamente, del débil desempeño de la economía; del fracaso en la  disminución de la desigualdad; y de la percepción de corrupción generalizada. Además, los partidos políticos siguen articulando gran parte de la vida política en la mayoría de los países pero mantienen el principio de concebir la política más en términos de participación que de representación. Hay los que, de semblante ideológico, se dividen entre aquellos de actuación muy institucionalizada y aquellos de corte más coyuntural-electoralista (ALCÁNTARA SÁEZ, 2004).

Otro punto importante refiérase a la retórica integracionista a través de integración subregional como de inserción en bloques continentales, consecuencia de la política de reformas neoliberais, de notable impacto en la región. Pero la desigualdad  profundizadse y el comunitarismo ha cedido su plaza en beneficio de pautas individualistas. No hay como huir de la dramática pero verdadera análisis de SÁEZ, in verbis: “La enorme y acrecentada desigualdad, la lacerante pobreza, la inquietante inseguridad y la existencia de divisiones por clases sociales y por factores étnicos (…) son cinco ejes que integran el pentágono donde se ubican los habitantes de los países latinoamericanos”. Demás, las crisis macroeconómicas, por múltiplas razones, profundan la pobreza y retiran la posibilidad de incrementar el sueño de la movilidad social. Otro impacto en la institucionalidad política es la informalidad en el mercado de trabajo razón por la cual el análisis de la estructura social a través del uso del concepto de clase social sigue siendo pertinente. Los datos de 2000 muestran que las clases dominantes son en número de 10 por ciento de la población y que las clases subordinadas sobrepasan el 80 por ciento. Las consecuencias de ese cuadro están directamente vinculadas a las elevadas tasas de desnutrición, mortalidad infantil, inseguridad y otros indicadores de bajísima calidad de vida con perjuicios evidentes para la integración social. Así, la ciudadanía política y civil duramente alcanzada después de longo período de gobiernos dictatoriales, no corresponde a la ciudadanía social, estando esta en largo y amenazador descompaso con aquella pues retirare claramente eficacia. No podemos olvidar que – como ha subrayado JUTTA LIMBACH (2003)[1] – “lo importante y esencial de la democracia es que es un proyecto abierto y arriesgado”. 

 

3.      El método de avaluación de la democracia

 

Los métodos estadísticos de inferencia causal  son usados para el estudio de la democracia sendo esta tendencia positiva (Gerardo L. Munck y Jay Verkuilen)[2], pero las evaluaciones que se han llevado a cabo en general se restringen a discusiones bastante informales sobre diferentes bases de datos y a exámenes superficiales de correlaciones entre datos agregados. Los problemas de la inferencia causal han eclipsado los problemas de la conceptualización  y la medición.

Una  comparación y evaluación exhaustiva de estas bases de datos debe ir más allá de su alcance empírico y abordar una amplia gama de cuestiones metodológicas. Las cuestiones metodológicas relevantes para la generación de datos y que tienen un efecto directo sobre la calidad de los datos acerca de la democracia han sido abordados sólo parcialmente en la literatura metodológica. El esquema de trabajo propuesto por los autores distingue entre tres retos que se abordan sucesivamente: la conceptualización, la medición, y la agregación (en la generación de datos), condiciones que creemos existir en el texto resumido. 

Con efecto, el uso de la influyente idea de DAHL (p.408) de que la democracia consiste de dos atributos – contestación o competencia y participación o inclusión – asegura que esas mediciones de democracia tienen atributos teóricamente relevantes. Sobre el concepto de democracia: es inextricablemente vinculado a la noción del acceso al poder. Ex.: cargos de gobierno. Es importante como un atributo de la democracia. Así, los índices que incluyeron sólo los atributos de competición y/o participación   han omitido un atributo importante.

El planteamiento hecho es que hay dos reglas básicas de la lógica conceptual: 1. identificar cuáles atributos se consideran partes constitutivas de un concepto. Después, (a) – cómo se relacionan entre si estos atributos; (b) – garantizar la organización vertical de los atributos según el nivel de abstracción. (p.413). Los atributos más concretos son aislados pelos analistas y llamados las “hojas del árbol conceptual”: es el punto de partida para la medición (véase la figura 1 – p.414 del texto estudiado). Lo que evitar: (a) – El problema, por ejemplo, de superposición: ocurre cuando el atributo se enlaza a atributos que son manifestaciones de un atributo más general diferente.  (b) – El problema de la redundancia: que ocurre cuando los atributos no son mutuamente excluyentes del atributo superior: el análisis cae presa del problema lógico distintivo. (Los autores analizan estos problemas a partir del cuadro 3, en las pp. 415-416).

Los índices de democracia demuestran diversos grados de atención a la necesidad de usar indicadores múltiples y de establecer la equivalencia de estos indicadores a través de distintas unidades. La segunda tarea (en la formación de las medidas) es la selección del nivel de medición. Para tanto los analistas deben: ponderar consideraciones opuestas; y tomar decisiones que reflejen un conocimiento profundo de los casos estudiados. La selección de nivel de medición debe: 1) ser dirigida  por la meta de maximizar la homogeneidad dentro de las clases de medición con el número mínimo de distinciones necesarias; y 2) ser vista como un proceso que requiere tanto una justificación teórica como una prueba empírica. Los defensores de diferentes  niveles de medición rara vez van más allá de ofrecer aseveraciones acerca de la inherente superioridad del nivel de medición elegido y, por ende, no asumen adecuadamente la responsabilidad de justificar y probar empíricamente la validez de su elección. Para Gerardo L. Munck y Jay Verkuilen, “la selección del nivel de medición es uno de los puntos más débiles de los índices sobre la democracia”.  En el caso específico del PNUD (2004), no obstante sea una iniciativa de grande interese es metodológicamente problemática pues intenta inventar la rueda y buscar una teoría de democracia aplicable al el ámbito latinoamericano. Su mérito es retomar una perspectiva ambiciosa del punto de vista sociológico en substitución a la una concepción minimalista y formal de democracia (WANDERLEY REIS: 2005). Pero el hecho es que tener una base de datos sobre la democracia, por defectuoso que sea, es mejor que no tener ninguno. Los estudiosos deben, así, usar lo que tienen a su disposición.

 

4.      Un enfoque sobre la cultura política

 

Gabriel A. Almond y Sidney Verba cuestionan se ¿Es inevitable  la democracia en Occidente? o adaptando la pregunta siguiente de los autores al caso en estudio: ¿Las naciones del continente latinoamericano descubrirán una forma estable de proceso democrático que se acomode a sus instituciones sociales y a su cultura particular?

Los autores aducen que el cambio de cultura ha adquirido un nuevo significado en la historia del mundo. El progreso en el conocimiento y control de la naturaleza, que tuvo su momento importante en Occidente hace tres o cuatro siglos, se ha transformado en un proceso mundial. Añaden, todavía, que partiendo de nuestro conocimiento de  los procesos de difusión cultural, tenemos ya una respuesta parcial a esta pregunta: (a) cuanto a los bienes físicos y sus modos de producción, junto con la tecnología de la que dependen, hay una rápida asimilación, pero (b) lo problemático en el contenido de la cultura mundial naciente es su carácter político. Pero es posible, para los autores, discernirse desde luego un aspecto en esta nueva cultura política mundial: será una cultura política de participación. ¿Más cuál será el modo de dicha participación, una vez que el Estado moderno de participación tiene dos modelos diferentes: el democrático y el totalitario? La respuesta es que en el primero, el hombre medio participa en calidad de ciudadano influyente; en el segundo como “súbdito participante”. Una forma democrática del sistema político de participación requiere igualmente una cultura política coordinada con ella.

La aplicación de la cultura política de los países democráticos occidentales a las naciones jóvenes enfrenta serias dificultades, por dos razones principales:  (1) Las grandes ideas de la democracia – libertad y dignidad del individuo, principio de gobierno con el consentimiento de los gobernados –  atraen a muchos de los líderes de los nuevos Estados y de otras naciones más antiguas en período de renovación, pero los principios impulsores de la política democrática y de su cultura cívica – (la manera como los dirigentes políticos toman sus decisiones, sus normas y actitudes, así como las normas y actitudes del ciudadano corriente, sus relaciones con el gobierno y con los demás ciudadanos) – son componentes culturales más sutiles. Se difunden sólo con grandes dificultades, experimentando cambios sustanciales durante el proceso. Para los autores, lo que debe aprender-se de una democracia es cuestión de actitudes y sentimientos  y esto – dicen, es más difícil de aprender. La segunda razón: son los problemas objetivos con que se enfrentan dichas naciones, con sistemas tecnológicos y sociales arcaicos.

  

4.1.   La cultura cívica y tipos de cultura política

  

La cultura cívica sendo una mezcla de la modernización con la tradición, es una respuesta a esa ambivalencia. La cultura democrática o cívica surgió como una forma de cambio cultural “económico” y humano. Los autores hacen una analice del desarrollo de la cultura cívica en Inglaterra, el cual puede entender-se como resultado de una serie de choques entre modernización y tradicionalismo.  El estudio concentrado de la experiencia inglesa es justificado pelo hecho de que toda la historia del nacimiento de la cultura cívica está recogida en la historia inglesa. La cultura cívica y el sistema político abierto son los grandes y problemáticos dueños el mundo occidental. La tecnología y la ciencia occidentales han dejado de ser patrimonio único de Occidente y, por todas partes, están destruyendo y transformando sociedades y culturas tradicionales. Preguntan, entonces: ¿podrán el sistema político abierto y la cultura cívica, difundirse con la misma amplitud? 

Cultura política se refiere a orientaciones específicamente políticas, posturas relativas al sistema político y sus diferentes elementos, así como actitudes relacionadas con la función de uno mismo dentro de dicho sistema. Es un conjunto de orientaciones relacionadas con un sistema especial de objetos y procesos sociales. Cuando hablamos de la cultura política de una sociedad, nos referimos al sistema político que informa los conocimientos, sentimientos y valoraciones de su población. La cultura política de una nación consiste en la particular distribución entre sus miembros de las pautas de orientación hacia los objetos políticos. Por proceso político entienden los autores ser la corriente de demandas que va de la sociedad al sistema político y la conversión de dichas demandas en principios gubernativos de autoridad.

La cultura política de participación es aquella en que los miembros de la sociedad tienden a estar explícitamente orientados hacia el sistema como un todo y hacia sus estructuras y procesos políticos y administrativos. En general una cultura parroquial, de súbdito o participante, serían, respectivamente, más congruentes con una estructura política tradicional, una estructura autoritaria centralizada y una estructura política democrática, sendo esta última, de hecho, más pertinente con la que es vista ahora en la América Latina, pero de forma mixta, pudiendo ser tanto una cultura “súbdita-participante” cuanto una cultura “parroquial-participante”, cambiando conforme el grado de desarrollo democrático del país.

   

5.      Democracia y cuestión social

 

5.1.   A la guisa de conclusiones

 

De hecho es antigua las ligaciones entre democracia y la cuestione social, pero nunca dejó de haber la percepción de que es posible un actuar político para crear en el ámbito social las condiciones favorables para la implantación de la democracia política. Por ello, una concepción de democracia que saliente solo la garantiza de los derechos civiles olvidándose del social es incompleta porque los derechos políticos no están asegurados igualitariamente en medio a la grande desigualdad social (WANDERLEY REIS: 2005).  

No obstante este cuadro hay otras complicaciones, como la política económica y su papel en las relaciones democracia política versus democracia social. Es indudable que la acomodación efectiva de las tensiones sociales se hice en la  Europa por medio de lo equilibrio conquistado por la social-democracia, época en que había una cierta combinación entre las políticas económicas keynesianas y su orientación para las demandas con las políticas sociales del Estado de bien estar. Pero hasta en los países europeos hay grandes dificultades que cercan hoy la social-democracia y sus políticas keynesianas siendo cierto, todavía, que los factores exógenos no pueden justificar la situación extremamente grave de la América Latina. La cuestión, con todo, y que se plantea, es ¿como desarrollar una política social eficiente en medio a una dinámica económico-tecnológica que limita la capacidad de acción del Estado, impone políticas económicas generosas en relación al mercado, mediante acentuado perjuicio para la dimensión social y para la ciudadanía, conquistas estas del mundo social-demócrata? Es notable, en América Latina, que los lucros y ventajas económicos sean ligados a las condiciones sociales precarias, bajos salarios, etc., en que aflora una promiscuidad sin precedentes entre altos rendimientos financieros internacionales y nacionales con la pobreza. Más ¿como alcanzar el llamado equilibrio superior entre la capacidad de obtener rendimientos económicos y financieros con las condiciones generales favorables a la productividad que supone justamente una política social ya ejecutada con éxito? La situación en América Latina es, realmente tan dramática que es necesario hacer de todo: optimizar los mercados, reformar el Estado, calificar la población, enfrentar las urgencias sociales, combatir la inseguridad y todo ello sin abrir la mano, en una cierta medida, del paternalismo estatal teniendo en vista las graves deficiencias sociales. Si no es posible hacer la omelet sin quebrar los huevos, ¿como huir de este círculo de hierro? Tratase, sen duda, como el propio texto reconoce de una realidad compleja en que la relación entre política y sociedad, bajo el punto de vista de una ciudadanía incompleta, exige un esfuerzo articulador, siendo esta una tarea aun pendiente en la América Latina y que los estudios de Gabriel A. Almond y Sidney Verba ayudan a explicar.   

La democracia, con efecto,  conforme ROBERT DAHAL, tiene varios compañeros de viajes, de entre los cuales están la cultura política, el desarrollo económico y la modernización social, una vez que la democracia no es una cuestione estática pero está ligada a procesos. Por medio de inducción, varias teorías sobre democracia fueron testadas en por lo menos 11 puntos distintos los cuales, allá de aquellas verificadas por medio de procesos empíricos, bien servirían, en nuestro entendimiento, para empezar un proceso de reflexión sobre el tema enfocado en el presente artículo.  

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*Análisis crítica a la luz de las líneas teóricas que se han seguido a lo largo de las clases del Profesor Manuel Alcántara Sáez en el Programa de Doctorado “Procesos Políticos Contemporáneos”. Curso: Conceptos fundamentales de ciencia política (Universidad de Salamanca – 2005);

 



[1] Jutta LIMBACH, ex-presidenta del Tribunal Constitucional de Alemania, in El País , 23.11.03, p. 4

[2]  –  in  “Conceptualizando y midiendo la democracia: Una evaluación de índices alternativos”, texto de clase.

 

Blibliografia
 
Las tipologías y funciones de los partidos políticos, Manuel Alcántara Sáez, in Curso de partidos políticos, Ediciones Akal, Madrid, ES, 2003, págs. 37-57.
 
La agenda política desde la perspectiva de los diputados: los problemas de la vida política cotidiana, Manual Alcántara Sáez, in Políticos y política en América Latina, Fundación Carolina, Madrid 2006, págs. 117-137.
 
La Democracia – Una guía para los ciudadanos, Robert A. Dahl, traducción de Fernando Vallespín, Madrid, Taurus, 1999
 
La poliarquía – participación y oposición, Robert A. Dahl, traducción de Julia Moreno San Martin, Madrid, Editorial Tecnos, 2002.
 
Ideologias políticas, Anthony de Crespigny e Jeremy Cronin, tradução de Sérgio Duarte, 2ª edição, Brasília, Editora UNB, 1998.